jueves, 9 de diciembre de 2010

Déjame arrinconarte en mi rincón del arte

Miércoles, 8 de diciembre de 2010
Siempre he pensado que el mundo, la vida, se mueve por un poco de amor. Esa es la causa de su movimiento, de su avance. Amor a determinadas personas, amor al trabajo, amor al dinero, amor a la sabiduría, amor a la belleza. Este último es mi caso.
Estamos rodeados de belleza. Nos sumergimos en un océano de belleza a cada paso, con cada latido de nuestras vidas y no nos damos ni cuenta. Desde lo más clásico (un amanecer o una puesta de sol, un paisaje de montaña, una melodía que nos emociona, la risa de un niño) hasta lo que pasa desapercibido (los últimos rayos de sol en los tejados de los edificios, un gorrión que avanza a saltitos por la calle, el desafío de una hoja otoñal caída en la calle esperando a ser pisada), hay mucha belleza a nuestro alrededor.
Sin embargo, también existe un lugar común al que nuestro pensamiento vuela cuando escuchamos la palabra belleza: la obra de arte. Y que conste que para mí el término belleza es un sinónimo de emoción. ¿O es que lo feo, lo desagradable, lo macabro, incluso, no constituye la otra cara de la moneda de lo bello, lo agradable? ¿Es que no arrastra también nuestra emoción, no es arte? Para mí, definitivamente, sí lo es. Y es que aquí también tiene cabida la sempiterna complementación de la dualidad de la unidad, el yin y el yang, la luz y la oscuridad, el Ser y No-Ser del amigo Parménides pasado por el tamiz del también amigo Platón.
Y ya que para mí el principal ingrediente del arte es la emoción, permíteme que te emocione. Permíteme arrinconarte en mi rincón del arte y poner ante tus ojos las obras que a mí más me emocionan. Permítete emocionarte conmigo. O reaccionar enérgicamente. O llevarme la contraria. Todo eso me vale. Decía mi profesora de arte en el instituto que el objetivo de la obra de arte es provocar una reacción. Tanto si es de complacencia, como de desagrado. Si una obra de arte te deja impasible, no te da ni frío ni calor, no ha conseguido su fin.
¿Estás dispuest@ a experimentar?
¿Te atreves?
Adelante, cruza la puerta…
Déjame arrinconarte en mi rincón del arte.

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