jueves, 10 de noviembre de 2011

Se despierta desperezándose


Gaudí, Casa Batlló, 1904-06

Se despierta desperezándose, sacudiéndose el entumecimiento. Los primeros rayos de sol le sorprenden desprevenido y se refleja la tenue luz en sus escamas. Su superficie se irisa mientras recibe al nuevo día. Un leve estremecimiento crece desde sus patas, las columnas que le sustentan en pie, su unión ancestral con la Madre Tierra. Sube por sus huesos casi descarnados y palpita en su vientre.

Gaudí, Casa Batlló, detalle de la azotea






















Su espinazo se estira, cada vértebra vuelve a encontrar su lugar idóneo. Las protuberancias óseas de su cresta se recolocan y tornan a marcar el ritmo cadente del perfil de su lomo.
 
Gaudí, Casa Batlló, detalle de la azotea
 
Gaudí, Casa Batlló, detalle de la azotea
 
Gaudí, Casa Batlló, detalle de la azotea

Como buen saurio, no puede generar por sí mismo el calor que le otorga vida. Así que ofrece agradecido su cuerpo como festín al sol. Se deja acariciar por él. Baila con la luz una danza de vida. Cada cambio de luminosidad se corresponde con un matiz diferente en el cromatismo de su piel. Todos los colores están representados, todas las sombras, todos los sentimientos de complacencia al observarlo.




   Cubierto de ojos enmascarados descubre el bullir cotidiano de la ciudad. Contempla, escruta, escudriña, atisba cada acontecimiento del lugar que ha convertido en su morada. Fisgonea el devenir de sus habitantes, de los ojos que lo miran con admiración, con envidia de su belleza secular. En un instante quedan prendidas ambas miradas. La de quien se rinde ante la maravilla advertida y la de quien reconoce esa veneración incondicional y se ruboriza hasta la última de sus escamas, al tiempo que se alza orgulloso ante la devota contemplación que se le brinda.

Gaudí, Casa Batlló, detalle de los balcones



Gaudí, Casa Batlló, detalle de los balcones



Gaudí, Casa Batlló, detalle de los balcones

Gaudí, Casa Batlló, escalera

Con gratitud y generosidad nos invita a entrar, a conocer sus recovecos. Trepa por mi columna, nos dice. Mis vértebras son los escalones de tu ascenso. Mis ancianos huesos te guiarán hasta mis tripas, mis pulmones, mi corazón palpitante. Me ofrezco a ti. Recórreme. Descúbreme. Ámame. Porque sólo te quedará amarme tras haber descubierto toda mi grandeza y toda mi fragilidad. Porque fui concebido para que me amases. Te atraigo con los cantos de sirena de mi exterior y te engullo glotón. De tu viaje por mis entrañas surges condenado a admirarme y amarme. Porque te lo muestro todo. Porque no hay nada que oculte a tus ávidos ojos, a tus inquietas manos, a tus apresurados pasos. Nos intercambiamos el alma. Ya ninguno volverá a ser igual. Ni tú ni yo. Ambos más ricos en experiencias, en puro deleite estético.

Gaudí, Casa Batlló, escalera







Gaudí, Casa Batlló, escalera


Gaudí, Casa Batlló, detalle de los balcones del primer piso
Mira mis patas, mis tibias descarnadas de tanto esperarte. De sostener un cuerpo a ti ofrecido. De anclarme en la tierra de la que surgí hace tanto tiempo ya. Pero resistirán, el devenir las ha fortalecido. Te seguiré esperando. Y a tus hijos. Y a los hijos de tus hijos. Esperando para instruirles en el mágico viaje iniciático de la imaginación y el arte.


Gaudí, Casa Batlló, detalle de los balcones del primer piso

  

Gaudí, Casa Batlló, detalle del salón principal
Mis tripas giran en constante movimiento. Digieren tus exclamaciones, de tus palabras me alimento. De las miradas que posas sobre mí. Te necesito para vivir. Me necesitas para sentir.






Gaudí, Casa Batlló, patio interior
 Ven a ver mis pulmones. Observa cómo el aire azul se atesora en ellos. Suave y fresco. Asciende y me hace cosquillas. Burbujeante oxígeno que se va condensando, aumentando sus matices según se eleva.


Gaudí, Casa Batlló, patio interior




















Mi corazón no puedo enseñártelo. Mi corazón… eres tú.

Gaudí, Casa Batlló, iluminación en el Día Internacional Contra el Cáncer de Mama