viernes, 28 de septiembre de 2012

Baudelaire y Redon se embriagan con las flores del mal

Charles Baudelaire, Las flores del mal. Pruebas corregidas de la primera edición, publicada en París en 1857
  
   En 1857 Charles Baudelaire publicó en París la recopilación de su obra poética bajo el nombre de Las flores del mal. Algunos años después, en 1889, Odilon Redon le propone un nuevo proyecto a Edmond Deman, editor de algunos de sus álbumes litográficos. Redon está pensando en hacer unas imágenes interpretativas de la obra cumbre de Baudelaire. La serie consta de nueve litografías que incluyen un frontispicio, siete interpretaciones sobre diversos poemas de Las flores del mal, y un Cul-de-lampe o adorno de fin de libro, también inspirado en un poema.
   El encuentro entre estos dos artistas era un acontecimiento inevitable. Ya con ocasión del primer álbum litográfico de Redon, En sueños (1879), éste asumió a Baudelaire como fuente de inspiración, ya que tanto las imágenes pictóricas del primero como las imágenes poéticas del segundo compartían temas y modelos, así como el mismo sentido de pesadilla y morbosidad.
   Tras catorce años de espera y cinco largos meses de proceso editorial debidos a la obsesión correctora de Baudelaire, Las flores del mal verán la luz en 1857 en París de la mano de los editores Poulet-Malassis y De Broize. Estos poemas no sólo son el reflejo de su propia vida, sino que constituyen también la cumbre máxima de su producción literaria, lo que le da sentido y justifica su labor de creador y un punto de referencia para sus posteriores obras.
   Poco después de la publicación del libro, Baudelaire fue acusado por el gobierno francés de atentar contra la moral pública y las buenas costumbres, cargo que finalmente fue apartado, y de ofensa a la moral política y religiosa. De forma inmediata los amigos de Baudelaire y la élite literaria francesa se apresuraron a publicar artículos elogiosos. Todo esfuerzo resultó inútil, el poeta fue multado y seis de los poemas fueron eliminados en las ediciones posteriores. Resulta paradójico que esta censura no se levantara hasta 1949.
   Los grabados de Odilon Redon recrean plásticamente las palabras del poeta, recorren los temas más significativos de su universo literario y son capaces de ofrecernos el ramillete más escogido de las flores de Baudelaire.
  
Odilon Redon, Lámina I para Las flores del mal, Cubierta-Frontispicio

      El “spleen” y Baudelaire son dos caras de la misma moneda. Si bien este término ya había sido usado durante el Romanticismo, fue el poeta francés quien lo popularizó y a quien se encuentra irremisiblemente unido. “Spleen” alude al estado melancólico y conecta, por tanto, con la teoría fisiológica de los cuatro humores cardinales o fluidos del organismo, teoría sostenida por Hipócrates y Galeno y basada en los cuatro elementos de Empédocles. Según dicha teoría, el correcto equilibrio de estos fluidos, a saber, sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra o atrabilis o melan cholé, constituía la salud del individuo y, por el contrario, el dolor y la enfermedad estaban ocasionados por la preponderancia excesiva de uno de ellos. Por otro lado, durante la Edad Media y el Renacimiento también se desarrolló la caracterología humoral, que atribuía al predominio de cada humor una determinada caracterización psicológica del individuo en cuanto a su temperamento. Así se dividían respectivamente en sanguíneos o personas con un humor muy variable; flemáticos o personas lentas y apáticas, a veces con mucha sangre fría; coléricos, individuos caracterizados por su fuerte voluntad y sus sentimientos impulsivos y melancólicos o seres tristes y soñadores. Siento este último carácter el definitorio del artista.
   Sin embargo, para Baudelaire el “spleen” se aleja de esa concepción anímica necesaria para cualquier artista y adquiere un sentido de hastío existencial ante la falta de estímulos y el desinterés.
   La lámina II del álbum de Odilon Redon sobre Las flores del mal, Je t’adore à l’égal de la voûte nocturne, ô vase de tristesse, ô grande taciturne!, toma como referencia un poema que pertenece al ciclo de Jeanne Duval (la “Venus negra” de Baudelaire, con quien mantuvo una relación tortuosa de amor-odio, repulsión-atracción que marcó su vida y su obra) en el que se alude a la frialdad y crueldad de la amada también víctima del “spleen”. Redon se ha centrado aquí en el prototipo más clásico de representación de las figuras melancólicas trasluciendo el estado psicológico a través de la postura del cuerpo. La mujer refleja su introspección y profunda tristeza a través de su rostro inclinado, sus ojos bajos, que huyen de la posibilidad de establecer una conexión con el espectador como clara muestra de su aislamiento, y las claras sombras que la envuelven. Dichas sombras se presentan también como un reflejo de la teoría humoral, ya que el carácter melancólico tomaba correspondencias con el planeta Saturno. Los colores del planeta, oscuro y negro, así como su frialdad y sequedad se relacionan con la tendencia a la melancolía. De este modo, Redon nos ofrece a la mujer con tez oscura y entre sombras de igual forma que Baudelaire nos la describe remarcando su frialdad con respecto a su amante.

Odilon Redon, Lámina II para Las flores del mal, Je t'adore à l'égal de la voûte nocturne, ô vase de tristesse, ô grande taciturne!

Te adoro al igual que a la bóveda nocturna
Te adoro al igual que a la bóveda nocturna,
oh vaso de tristeza, oh gran taciturna,
y tanto más te amo, bella, cuanto tú más me huyes,
y cuanto más me pareces, adorno de mis noches,
aumentar con mayor ironía las leguas
que separan mis brazos de las inmensidades azules.

Me lanzo al ataque, y escalo al asalto
como tras un cadáver un coro de gusanos,
y quiero, ¡oh bestia implacable y cruel!,
¡hasta esa frialdad por la que me resultas más bella!


  El “spleen” hace fácil presa en uno mismo. La apatía, el desinterés nos pueden inclinar a la nostalgia y al recuerdo. En ese sentido se podría interpretar la lámina III de Redon, Parfois on trouve un vieux flacon qui se souvient, d'où jaillit toute vive une âme qui revient, basada en el poema El frasco. Nuestro sentido del olfato tiene la capacidad de convocar recuerdos, de revivir retazos de existencia. Como genios malvados, esperan agazapados a la inocente mano liberadora que destape su prisión para torturar las almas con las reminiscencias de un pasado ya desaparecido que deseamos volver a vivir o ansiamos cambiar. Ambas opciones son imposibles y la crueldad de esta circunstancia hace caer al poeta en la melancolía. Más aún cuando se da cuenta que él mismo, en un futuro no demasiado lejano, será mero recuerdo, olvidado, escondido, relegado a un rincón.


Odilon Redon, Lámina III para Las flores del mal, Parfois on trouve un vieux flacon qui se souvient, d'où jaillit toute vive une âme qui revient

El frasco      
Hay perfumes intensos para los que toda materia
es porosa. Se diría que atraviesan el vidrio.
Al abrir un cofrecito venido de Oriente
cuya cerradura rechina y gime a gritos,

o en una casa desierta algún armario
lleno de agrio olor de los tiempos, polvoriento y oscuro,
a veces encontramos un frasco antiguo que se recuerda,
del que surge completamente viva un alma que regresa.

Mil pensamientos dormían, fúnebres crisálidas,
agitándose poco a poco en las espesas tinieblas,
que abren sus alas y emprenden el vuelo,
teñidos de azul, satinados de rosa, escarchados con lentejuelas de oro.

Así el recuerdo embriagador revolotea
por el aire enturbiado; los ojos se cierran; el Vértigo
se apodera del alma vencida y la lanza con las dos manos
a un abismo oscurecido de miasmas humanos;

la transporta al borde de un abismo secular,
donde, como Lázaro ungido desgarrándose el sudario,
se pone en movimiento en su despertar el cadáver espectral
de un antiguo amor, rancio, encantador y sepulcral.

De este modo, cuando yo esté perdido en la memoria
de los hombres, cuando me hayan arrojado
al rincón de un siniestro armario, viejo frasco abandonado,
decrépito, polvoriento, sucio, abyecto, viscoso, rajado,

¡yo seré tu ataúd, amable pestilencia!,
el testigo de tu fuerza y de tu virulencia,
¡querido veneno preparado por ángeles!, licor
que me corroe, ¡oh, la vida y la muerte de mi corazón!


   Dos posibles escapatorias de la dictadura del “spleen” planteadas por Baudelaire son el arte y el amor. Sin embargo, el artista puede llegar a ser ignorado o desconocido y el arte puede llegar a venderse a sí mismo. Por otro lado, el amor carnal, al final, siempre pierde su pasión, acaba cayendo en el tedio y el olvido y no garantiza la unión espiritual de las almas; y el amor platónico resulta, por propia definición, inaccesible y, paradójicamente, muere cuando de ideal pasa a realidad.
   En un paraíso artificial como el vino, al que Baudelaire dedica la tercera parte de sus “Flores”, también se puede reconocer una dualidad. Ofrece la cara amable de la desinhibición y el poder comunicativo y, al mismo tiempo, nos brinda la cara complementaria y contraria de constituir un refugio para la miseria, el fracaso, la frustración y el crimen.
   Tampoco constituye un remedio el viaje de evasión o huida, con el que se cierran Las flores del mal, en su sexta y última parte, La muerte. Cualquier destino, cualquier tierra remota, estará habitada por seres humanos y la esencia del ser humano es una y la misma y sus manifestaciones a través de comportamientos y actitudes se repiten. Esta conclusión también encierra otro planteamiento romántico, la ironía de la persecución del ideal, al que el ser humano aspira de manera esencial e inexorable, y la asunción de que se le escapa de las manos. Por muy lejos que llegue el hombre en sus ansias de huida, recurriendo a la distancia física del viaje o a la mental de la evasión a través de las drogas, su más terrible enemigo, no sólo le persigue y le caza, sino que forma un solo ser con él, es él mismo. El único viaje del que el hombre sale beneficiado es su propio transcurrir por la vida, cuyo destino, la muerte, representa la única novedad deseable, aunque quizás el descubrimiento de lo que se encuentra detrás, en caso de que tal descubrimiento se pueda producir, quizás encierre el último, definitivo e irremediable motivo de spleen: ni aún tras la muerte el hombre se libera de sí mismo.
   El poema Sepultura sirve como base a Redon para su lámina IV, Si par une nuit lourde et sombre, un bon chrétien, par charité, derrière quelque vieux décombre, enterre votre corps vanté. La sensación de soledad que transmite es evidente y queda potenciada por la ubicación de la aislada tumba en un paraje natural. El blanco túmulo funerario se destaca contra la masa vegetal espesa que parece formar un arco por encima de la cruz. Esto nos remitiría a la religiosidad de la naturaleza, visión impregnada de panteísmo.
   La figura masculina recortada y flotante que aparece a la izquierda del grabado se podría interpretar desde diversas perspectivas dado el carácter simbólico de la obra de Redon; sin embargo, desde un punto de vista estrictamente personal, quedarán sugeridas dos propuestas. Por un lado, bien podría ser el hombre que vislumbra su propio destino, un destino común e idéntico que abarca a toda la humanidad, con lo que esta lámina estaría cargada del sentido moralizante de una Vanitas. Por otro lado, también podría aludir a la necesidad de trascendencia del ser humano, especialmente del artista, entendida como un medio para seguir apegado a una vida de la que biológicamente ya se ha huido. De este modo, la figura contempla la corrupción de su mortalidad pero desde el plano superior de una inmortalidad artística.


Odilon Redon, Lámina IV para Las flores del mal, Si par une nuit lourde et sombre, un bon chrétien, par charité, derrière quelque vieux décombre, enterre votre corps vanté

Sepultura
Si una noche bochornosa y sombría
un buen cristiano, por caridad,
detrás de unos viejos escombros
entierra tu cuerpo alabado,

a la hora en que las castas estrellas
cierran sus ojos cargados,
la araña tejerá allí su tela
y la víbora cuidará sus crías;

oirás todo el año
sobre tu cabeza condenada
los aullidos de lamento de los lobos

y de las brujas famélicas,
el retozar de los viejos lúbricos
y las maquinaciones de los oscuros rateros.

CONTINUARÁ...

2 comentarios:

  1. Me encanta aprender arte con tus posts, este blog es fabuloso, beesooos

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    1. Muchas gracias, Hele, por la fidelidad y el cariño que siempre me has demostrado. Besos

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