viernes, 1 de noviembre de 2013

Ven. Acércate. Tú, Átropos, la inexorable



Goya, Átropos o Las Parcas, 1820-23, Museo del Prado, Madrid

Ven. Acércate. Tú, Átropos, la inexorable. Cercena de una vez el hilo que tantas hebras negras acumula ya. Yo mismo te ofrezco las tijeras. Cumple el destino para el que fuiste creada y, de este modo, cumpliré yo con el final de mis días.
Ráptame una noche brumosa, elévame entre nubes. Las nieblas forman ya parte de mi propia alma. Nada temeré. Cloto se ha cansado ya de tejer mis miserias. Láquesis menosprecia la duración de mi devenir. Corta el hilo. Tus tijeras no me asustan. Serán mi recompensa anhelada.
Y volveré cada noche de difuntos. Volveré para escoger vuestras presas. Seré el perro que os acompañe en la caza. Nada escapará a mi ojo agudo. De poco servirá que los miserables humanos se escondan o pretendan burlarnos. Nos reiremos de sus esfuerzos por prolongar unas míseras existencias condenadas a arrastrarse por el fango. Ni sobornos ni amenazas nos detendrán. Vanos esfuerzos. Mírame. Estoy a tu espalda.
Somos lo inevitable. Somos el Destino. Somos las Parcas.

jueves, 10 de octubre de 2013

La sensibilidad fotográfica de Julia Margaret Cameron


Julia Margaret Cameron, Autorretrato, 1870

   A veces hay regalos fortuitos que tienen el poder de cambiar, de transformar una vida. Eso fue lo que le sucedió a Julia Margaret Cameron (1815-1879). Para paliar la soledad motivada por un viaje del esposo de Julia,  ésta recibió como regalo una cámara fotográfica por parte de una de sus hijas. Julia Margaret Cameron tenía 48 años, una casa repleta de hijos y amigos, entre los que se encontraban sir John Herschel (quien fue su primer maestro fotográfico) y Alfred Tennyson (para quien ilustraría Idilios del rey y otros poemas con 12 fotografías suyas), y una sensibilidad innata que se convirtió en su gran aliada frente a las carencias técnicas que siempre fueron reprochadas a sus fotografías.
   En dichas fotografías Cameron recreó un mundo habitado por personajes legendarios y reales, retratados bajo una estética tan personal, que siglos después de su muerte siguen siendo tan plenamente reconocibles y admirados como en el mismo instante de ser creados. Gracias a sus contactos con el círculo de los Prerrafaelitas, Julia asume muchos de sus planteamientos y vindica la fotografía como medio expresivo.
   Aquella primera cámara fotográfica de Julia estaba construida en madera y poseía un objetivo Jamin. En diversos espacios sin usar de su mansión, como una carbonera, estableció su campo de operaciones: un laboratorio y un estudio y, tras más de un año, logró dominar la técnica del colodión húmedo (técnica con la que se obtenían negativos de una calidad parecida al daguerrotipo, pero que permitía realizar copias y se reducían los tiempos de exposición), logrando lo que ella consideró su primer éxito fotográfico, el retrato de una niña llamada Annie. Una característica distintiva de las fotografías de Julia Margaret Cameron, y que ha sido criticada como falta de pericia técnica, si bien ella insistió continuamente en su intencionalidad consciente, es el uso del “flou” o foco suave. El “flou” se podría definir como un desenfoque intencionado con el que se resta nitidez a la imagen, pero se contribuye a su lirismo.

Julia Margaret Cameron, Annie, Mi primer éxito, 1864

Julia Margaret Cameron, El beso de la paz, 1869

 Julia Margaret Cameron, Espero, 1872
 
  



  





  

  



   Debido a sus planteamientos expresivos y esteticistas, no resulta extraño que uno de los campos en los que destacó Julia Margaret Cameron fue en el de los retratos, ya que consiguió una captación psicológica del retratado plenamente admirada y reconocida. Incluso ella misma llegó a afirmar que "He puesto toda mi alma en un propósito: [...] registrar fielmente la grandeza del hombre interior, así como sus rasgos exteriores".
   En sus retratos se nos muestra el mundo interior de la persona que posa. Con una simple mirada nos adentramos en su personalidad, sus sueños y vivencias. En el poso que le ha ido dejando la vida y en su forma de mirarla cara a cara. Bajo la influencia de Rembrandt encontramos unos fondos oscuros neutros, para no distraer la vista en vaguedades sin importancia, de cuyo fondo emergen unos rostros fuertemente iluminados por un único foco aunque de manera parcial, con lo que los contrastes de luz y el desenfoque contribuyen de manera esencial a crear las atmósferas intimistas de estos retratos tan sencillos como visualmente poderosos y cautivadores. 
Julia Margaret Cameron, Retrato de su esposo Charles Hay Cameron, 1864
 
 Julia Margaret Cameron, Mrs Herbert Duckworth, 1867
 


Julia Margaret Cameron, Retrato de sir John Herschel, 1867
 
Julia Margaret Cameron, Retrato de Charles Darwin, 1868

 Julia Margaret Cameron, Retrato de Henry Wadsworth Longfellow, 1868

 Julia Margaret Cameron, Retrato de Kate Keown leyendo, 1867
 




  


  


  


  

   Como otra de las bases para la alta expresividad de sus fotografías Julia utilizó, al igual que los pintores impresionistas, enfoques que sacrifican partes de las figuras principales en aras de una mayor sugestión o fuerza visual en los resultados finales. No en vano Julia Margaret Cameron es considerada precursora en las tendencias pictorialistas de la fotografía.
   Junto a los retratos, otra de las temáticas por la que esta fotógrafa inglesa sintió predilección fue la recreación de escenarios y personajes tomados de las raíces literarias más típicamente alusivas a Inglaterra y a las mitologías clásicas. Así su imaginario se vio continuamente visitado por Merlín, por el rey Lear acompañado de sus hijas, por los amantes Lancelot y Ginebra, por la desdichada Eco o por la sabia Hypatia. Todas estas figuras literarias y mitológicas toman cuerpo mortal gracias a los familiares, amigos y empleados de Julia, quienes les representan con el vestuario y en las escenografías que preparaba la propia fotógrafa en la intimidad de su hogar, reducto de creación permitido a estas mujeres artistas. Frente a la naturalidad y sencillez de los retratos, estas recreaciones abundan en gestos artificiales y poses teatrales que, sin embargo, nos permiten la identificación inmediata de la imagen con su creadora debido a su marcado estilo personal.

 Julia Margaret Cameron , El rey Lear y sus tres hijas, 1872

 Julia Margaret Cameron, Leyendas artúricas, La despedida de Sir Lancelot y la reina Ginebra, 1874

Julia Margaret Cameron, Leyendas artúricas, Vivien y Merlín, 1874

Julia Margaret Cameron, Eco, 1868

Julia Margaret Cameron, Alethea, 1872

Julia Margaret Cameron, Ninfas, 1868


Julia Margaret Cameron, Hypatia, 1867
 
   Del mismo modo, las fuentes bíblicas y el arte sacro también recibieron la personal mirada de esta fotógrafa quedando sus personajes imbuidos de un aura de sensibilidad y tierno sentimentalismo reflejo del arte pictórico de grandes figuras como Rafael.


 Julia Margaret Cameron, Día de primavera, 1865

 Julia Margaret Cameron, Oración y alabanza, 1865

Julia Margaret Cameron, Sagrada Familia, 1872
 
   Denostada entre los expertos por su técnica y admirada por artistas y público por su sensibilidad y la fuerte personalidad de su obra, Julia Margaret Cameron ha de ser puesta en valor por su labor pionera en el campo de la fotografía. Y para muestra una breve reseña de su currículum:
1864 – Es elegida miembro de la Sociedad Fotográfica de Londres y Escocia.
1864 – Expone en el londinense  Colnaghi’s.
1864-75 – Registra sus fotos en el “Fine Arts Registres of the Public Record Office”.
1865 – Gana la Medalla de bronce de Berlín.
1866 – Expone en la “Galería Francesa” de Londres y gana la Medalla de oro de Berlín.
1868 – Expone en la “Galería Alemana” de Londres y Charles Darwin la contrata como retratista.
1870 – Participa en la Exposición Universal.
1874-75 – Ilustra con fotografías las ediciones de Idilios del rey y otros poemas de Alfred Tennyson.
 

domingo, 1 de septiembre de 2013

El calendario de San Isidoro de León


   Muchas son las opiniones que declaran a San Isidoro de León, colegiata y panteón real de los reyes de León, un lugar privilegiado para la Historia del Arte. Se ha hablado de ella bajo los epítetos de “cuna del Románico hispano” o “Capilla Sixtina de la decoración mural del siglo XII”. Del mismo modo, de su taller de eboraria y orfebrería surgieron piezas capitales que todavía pueden admirarse en su Tesoro y su biblioteca custodia incunables, códices miniados y libros raros de un valor incalculable.

      Los vestigios de su fundación nos remiten al templo romano dedicado a divinidades acuíferas curativas que ocupara primitivamente su solar; más tarde, alrededor de 966, Sancho, el Craso, manda construir un monasterio anexo al de San Juan Bautista, edificado en tiempos de Ordoño II. Dicho edificio sería el lugar de descanso y veneración de los restos de san Pelayo, niño mártir cordobés. Poco después, en 990, las últimas campañas estivales andalusíes de Almanzor arrasaron las iglesias de San Juan Bautista y San Pelayo y las correspondientes reliquias se trasladaron a Oviedo.
 
      Será Alfonso V quien mande reconstruir el templo (999-1027) a base de materiales pobres como ladrillo y barro e incorporando un pórtico, o nártex, a los pies para acoger los restos de sus antepasados. Esta función de necrópolis real se ve aumentada y reafirmada tras la unión de las coronas leonesa y castellana cuando Fernando I escoge esta opción frente a las de Oña, que había sido panteón navarro de Sancho, el Mayor, padre de su esposa Doña Sancha y a Arlanza, necrópolis real castellana desde Fernán González. La elección pudo deberse a que León se había convertido para entonces en el centro político de la corona. Una vez escogido el templo, Fernando I lo restaura de nuevo rehaciéndolo en piedra, obra que terminará su esposa Doña Sancha. En 1063 logra del taifa sevillano Almotamid las reliquias de san Isidoro de Sevilla, gran teólogo de la España visigoda y autor de las Etimologías u Orígenes, que recoge las diversas ramas del saber antiguo. Procedentes de Ávila también llegan las reliquias de San Vicente. Con este traslado de reliquias el templo cambia su advocación por la actual y se consagra el 21 de diciembre del antedicho año 1063.
      A finales del siglo XI Doña Urraca, la Zamorana, hija de Fernando I y de Doña Sancha, y Alfonso VI son los autores de otra campaña de edificación y construyen la iglesia nueva decorada por el maestro Esteban y rematada por el arquitecto Pedro Deustamben. Entonces se amplían los costados oriental y meridional, doblando sus dimensiones; se reconstruye la parte superior de la iglesia, abriendo una serie de ventanales y, sobre ellos, una nueva bóveda de medio cañón. Este proyecto culmina con una nueva consagración en 1149 en la que se realiza una ceremonia de acción de gracias al santo por su ayuda en la batalla de Baeza acontecida en 1147.
 
      Poco antes, en 1148, Alfonso VII y su hermana la infanta Doña Sancha, quien había restaurado la vida monástica en la Colegiata y ella misma había profesado aquí, entregan el monasterio a los canónigos regulares de san Agustín. Un poco más tarde, el capítulo fue elevado al rango de abadía. A principios del siglo XVI, el abad Juan de Usanza sustituyó la capilla mayor románica por una gótica.
      Cabe destacar, por último, que en el Panteón Real reposan, entre otros, veintitrés reyes y reinas, doce infantes y nueve condes como Alfonso I, Ramiro II, Ramiro III, Alfonso V, Sancho I, Fernando II, Bermudo I, Doña Sancha y Doña Urraca. Sin embargo, su descanso eterno se vio interrumpido por la profanación de tumbas que realizó en 1808 el ejército napoleónico. Así mismo podemos encontrar el sepulcro del arquitecto Petrus Deustamben en el ángulo suroeste de la iglesia de San Isidoro. 
      Y es en el espacio de este Panteón Real donde encontramos uno de los conjuntos pictóricos más destacados de la pintura románica. De todos es sabido que las pinturas murales románicas cumplían una doble función: tanto adoctrinar a los fieles, al igual que la escultura, como suministrar luminosidad a unos interiores oscuros pensados para el recogimiento y la oración. En el Panteón Real de San Isidoro de León las pinturas murales, realizadas en una fecha fijada entre 1160 y 1170, vienen a cubrir las seis bóvedas cuatripartitas de sus dos tramos, los intradoses de los arcos que soportan dichas bóvedas y los muros orientales y meridionales. Están realizadas al temple sobre una base de estuco blanco. Se emplearon escasos colores como el ocre, rojo, amarillo y gris en diversos matices, así como el blanco del fondo y el negro de los rótulos. Estos tonos, así como los letreros explicativos realizados en negro, destacan con fuerza sobre el fondo blanco de base. Como veremos a continuación, la iconografía presente en dichas pinturas abarca temas tanto del Evangelio como del Apocalipsis.
 
Vista general del Panteón Real
      Dentro del primer tramo, en la bóveda central aparece un Pantocrátor (Cristo en majestad bendiciendo y encuadrado en una mandorla o almendra mística) flanqueado por el Tetramorfos (representación de los cuatro Evangelistas mediante sus animales simbólicos característicos), en el que cabe destacar que los cuatro evangelistas se representan con cuerpo humano y cabeza de animal, lo que sigue los modelos de la miniatura mozárabe.
 
Composición con los temas de la Útima Cena, Prendimiento, Crucifixión, Pantocrator y Glorificación
 
      En la bóveda de la derecha encontramos el tema del Anuncio a los pastores del Nacimiento de Jesús, donde adquiere primacía el enfoque bucólico. Y en la bóveda izquierda observamos la Glorificación de Cristo en el Apocalipsis, según la versión de san Juan.
 
Composición con los temas de Visitación, Anuncio a los pastores y Natividad
      En cuanto al segundo tramo de bóvedas, en la central se capta la Última Cena; en la bóveda meridional tenemos la Degollación de los Inocentes y, por último, en la tercera bóveda se nos narra la Pasión de Cristo a través de los temas del Prendimiento, la Negación de san Pedro, el Llanto de dicho apóstol, el Lavatorio de Pilatos y el Cirineo con la cruz.
      Por lo que respecta a los muros, en el de la derecha y dentro del arco ciego se representa un ciclo de la infancia de Jesucristo con los temas de la Anunciación, la Visitación, la Natividad, la Adoración de los Magos, la Presentación en el Templo y la Huida a Egipto. Y en el muro izquierdo contemplamos la Crucifixión junto a dos efigies orantes de personajes reales, cuya identificación todavía no ha sido resuelta.
 
Composición con los temas de la Huída a Egipto y Matanza de los Inocentes
      Es en el intradós del arco formero situado a la derecha de Cristo en la escena del Pantocrátor de la bóveda central donde se representa un calendario o “mensario”, representación de los doce meses del año junto con las diversas tareas a desarrollar en cada uno de ellos. Las escenas están realizadas en medallones de 38 centímetros de diámetro y se disponen en una tira continua.
      El mes de Enero (GENVARIVS) se dedica al dios romano bifronte Jano, dios de las puertas, la que cierra un año y la que abre el otro, con lo que una de sus caras mira al año que ha terminado y otra cara mira al año que comienza. Sería símbolo de las decisiones que se han de tomar al comenzar el año y se representa como un personaje de dos caras escogiendo entre dos casas diferentes a las que acceder.


      El mes de Febrero (FEBRVARIVS) se supone muy frío y se representa como un achacoso anciano que calienta sus manos y pies cerca de la lumbre.


      Marzo (MARCIVS) es el momento indicado para podar las viñas, acción que realiza el personaje con capa y provisto de un gran instrumento curvo.
 
 
      En Abril (APRILIS) ya estamos en plena primavera, estación en la que todo florece, por ello se representa como un joven con un par de brotes en sus manos.


      En Mayo (MAGICIS) se presenta se momento idóneo para salir a las campañas guerreras, por lo que contemplamos a un caballero enjaezando su caballo y provisto de escudo.
 
 
      Junio (IUNIUS) se representa mediante un campesino que siega con una hoz unos tallos blanquecinos.


      En Julio (IULI) volvemos a encontrar a un personaje segando con hoz, distinguiendo esta vez que el cereal representado se trata de trigo, ya que sus espigas se presentan con gran detalle.


     Agosto (AGVSTVS) es el mes de la trilla.


      De igual forma, Septiembre (SETENBER) es el mes tradicional de la vendimia.


      En Octubre (OCTOBER) la costumbre dicta que se deben cebar las piaras de cerdo con bellotas que el personaje representado está sacudiendo de las encinas.


      En Noviembre (NOVENBER) y cuando el cerdo está ya bien cebado llega el momento de la matanza con la que se abastecían de carne para soportar las inclemencias del duro invierno.


      El mes de Diciembre (DECENBER) lo pasará el personaje representado delante de una mesa repleta de viandas y al calor de la lumbre.


      Tras este breve paseo por las pinturas murales de San Isidoro de León aún nos queda pendiente maravillarnos con la magnificencia escultórica de sus dos portadas. Muy pronto lo haremos.
 


Bibliografía

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Grau Lobo, L. A., La pintura románica en Castilla y León, Valladolid, 1996.

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Gudiol Ricart, J. y Gaya Nuño, J.A., Arquitectura y escultura románicas, vol. V de Ars Hispaniae, Madrid, 1948

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Yarza, J., Arte y arquitectura en España, 500-1250, Madrid, 1984.



jueves, 1 de agosto de 2013

El calendario de Apeles Mestres


Entre 1880 y 1920 vieron la luz una serie de cromos, regalados con los chocolates Amatller, con escenas típicas ambientadas en los acontecimientos, fiestas y actividades propias del transcurrir mensual del año. Su ilustrador fue Apeles Mestres, escritor, poeta, dramaturgo, dibujante y músico catalán. Por este calendario van pasando alusiones a los regalos de Reyes (mes de enero), al Carnaval y la Cuaresma (mes de febrero), al conocido refrán popular “Marzo ventoso y abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso” (meses de marzo, abril y mayo), las hogueras de San Juan (mes de junio), una costumbrista escena playera estival (mes de julio), las frutas características de los meses más calurosos (mes de agosto), el pisado de la uva tras la vendimia (mes de septiembre), la otoñal caída de la hoja (mes de octubre), las fiestas de Difuntos y Todos los Santos (mes de noviembre) y, por último, los rigores invernales, las celebraciones navideñas y el fin de año (mes de diciembre). Conforman todas ellas una galería que nos retrotrae a tiempos pasados, a costumbres quizá ya perdidas y a otras renovadas anualmente. El paso del tiempo se nos manifiesta a través de modas en el vestir que nos resultan tan pintorescas y anticuadas como la época a la que nos remiten. Sin embargo, nos recuerda que los tiempos pequeños, los cotidianos, transcurren y se modifican, devoran voraces los pequeños detalles de la existencia. Pero más allá de esta hoguera de vanidades el gran Tiempo nos hace presa de un eterno retorno.


 


 


 

 
 
Apel·les Mestres i Oñós (Barcelona, 1854 – 1936) fue un artista global. Escribía y, a menudo, ilustraba sus narraciones y cuentos, se encontró entre los más afamados caricaturistas de su tiempo, fue músico y letrista, cuyas composiciones tomaron voz gracias a intérpretes tan prestigiosos como Emili Vendrell y Conchita Badía. En 1908, y gracias a haber ganado tres premios ordinarios de los Juegos Florales, se le otorgó el título de Maestro en Gayo Saber. En sus condecoraciones también se incluyen la francesa Cruz de la Legión de Honor, concedida en 1920 en agradecimiento por su apoyo a los aliados en la I Guerra Mundial, y la Medalla de Oro de la ciudad de Barcelona (1935); siendo objeto, asimismo de diversos homenajes en vida. Su gran labor cultural ha sido, incluso, homenajeada con la institución en 1981 del Premio Destino Infantil - Ap·peles Mestres al mejor libro infantil ilustrado.

Ya durante su etapa de estudiante en la Escola de Belles Arts de la Llotja comenzó Apeles a mostrar un gran interés y aptitudes por la caricatura, siendo más tarde discípulo de pintores como Lluís Rigalt o Ramón Martí i Alsina. Todo lo cual le llevó a ser colaborador de las revistas catalanas más importantes de la época (La Llumenera de Nova York, La Campana de Gràcia, L’Esquella de la Torratxa, La Publicitat) como dibujante de historietas y chistes y diseñador de cabeceras. Fuera del ámbito catalán sus colaboraciones aparecieron en revistas gráficas como Granizada, El Gato negro, Madrid cómico, Blanco y Negro, La Ilustración y La Semana cómica, entre otras. En 1882 recopiló en un libro sus historietas más largas. Así nació Cuentos vivos, uno de los pioneros del cómic español.

Una de sus facetas más destacadas fue la de ilustrador de libros, y no sólo de los nacidos de la fantasía de otros autores. Debido a su comprensión del libro como una obra de arte global, Apeles escribía sus propios poemas y narraciones, los ilustraba y, aunando letra, dibujo y sonido en una espectacular sinergia, concebía partituras musicales con las que envolverlos. No contento con ello estaba constantemente preocupado por cada pequeño detalle relacionado con su tipografía, maquetación y presentación al público. Así surgieron pequeñas joyas como Llibre Verd (1874), Vobiscum (1892) o Liliana (1907), en las que se nota la influencia que tomó de naturalismo, medievalismo y romanticismo, siendo él mismo encuadrado dentro de la incipiente corriente modernista.

Por desgracia y debido a una enfermedad ocular hubo de abandonar el dibujo en 1912, llegando a quedarse casi ciego dos años más tarde. Aun así, su faceta musical siguió dando salida a la gran capacidad creadora de Apeles y continuó escribiendo letra y música de canciones que popularizarían los más prestigiosos cantantes de su época. Del mismo modo, sus poemas siguieron llenando las páginas de libros tan afamados entre las letras catalanas como Flores de sangre (escrito al estallar la I Guerra Mundial y donde figura el mítico “¡No pasarán!”, tomado como lema años más tarde por el ejército republicano) o los dedicados a su esposa, In Memoriam y Semprevives.

Dentro del ámbito teatral Mestres estrenó unas sesenta obras, siendo la primera de ellas La nit al bosc (1883) con música de Josep Rodoreda, también dominadas por su concepto wagneriano de obra de arte total, llegando, incluso, a diseñar el vestuario de algunas de ellas así como encargos para otros autores.

Artista global, enamorado del proceso creativo en todas sus variantes, Apeles Mestres obsequió a la esfera cultural con todo un abanico de propuestas para nuestro deleite.