jueves, 1 de agosto de 2013

El calendario de Apeles Mestres


Entre 1880 y 1920 vieron la luz una serie de cromos, regalados con los chocolates Amatller, con escenas típicas ambientadas en los acontecimientos, fiestas y actividades propias del transcurrir mensual del año. Su ilustrador fue Apeles Mestres, escritor, poeta, dramaturgo, dibujante y músico catalán. Por este calendario van pasando alusiones a los regalos de Reyes (mes de enero), al Carnaval y la Cuaresma (mes de febrero), al conocido refrán popular “Marzo ventoso y abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso” (meses de marzo, abril y mayo), las hogueras de San Juan (mes de junio), una costumbrista escena playera estival (mes de julio), las frutas características de los meses más calurosos (mes de agosto), el pisado de la uva tras la vendimia (mes de septiembre), la otoñal caída de la hoja (mes de octubre), las fiestas de Difuntos y Todos los Santos (mes de noviembre) y, por último, los rigores invernales, las celebraciones navideñas y el fin de año (mes de diciembre). Conforman todas ellas una galería que nos retrotrae a tiempos pasados, a costumbres quizá ya perdidas y a otras renovadas anualmente. El paso del tiempo se nos manifiesta a través de modas en el vestir que nos resultan tan pintorescas y anticuadas como la época a la que nos remiten. Sin embargo, nos recuerda que los tiempos pequeños, los cotidianos, transcurren y se modifican, devoran voraces los pequeños detalles de la existencia. Pero más allá de esta hoguera de vanidades el gran Tiempo nos hace presa de un eterno retorno.


 


 


 

 
 
Apel·les Mestres i Oñós (Barcelona, 1854 – 1936) fue un artista global. Escribía y, a menudo, ilustraba sus narraciones y cuentos, se encontró entre los más afamados caricaturistas de su tiempo, fue músico y letrista, cuyas composiciones tomaron voz gracias a intérpretes tan prestigiosos como Emili Vendrell y Conchita Badía. En 1908, y gracias a haber ganado tres premios ordinarios de los Juegos Florales, se le otorgó el título de Maestro en Gayo Saber. En sus condecoraciones también se incluyen la francesa Cruz de la Legión de Honor, concedida en 1920 en agradecimiento por su apoyo a los aliados en la I Guerra Mundial, y la Medalla de Oro de la ciudad de Barcelona (1935); siendo objeto, asimismo de diversos homenajes en vida. Su gran labor cultural ha sido, incluso, homenajeada con la institución en 1981 del Premio Destino Infantil - Ap·peles Mestres al mejor libro infantil ilustrado.

Ya durante su etapa de estudiante en la Escola de Belles Arts de la Llotja comenzó Apeles a mostrar un gran interés y aptitudes por la caricatura, siendo más tarde discípulo de pintores como Lluís Rigalt o Ramón Martí i Alsina. Todo lo cual le llevó a ser colaborador de las revistas catalanas más importantes de la época (La Llumenera de Nova York, La Campana de Gràcia, L’Esquella de la Torratxa, La Publicitat) como dibujante de historietas y chistes y diseñador de cabeceras. Fuera del ámbito catalán sus colaboraciones aparecieron en revistas gráficas como Granizada, El Gato negro, Madrid cómico, Blanco y Negro, La Ilustración y La Semana cómica, entre otras. En 1882 recopiló en un libro sus historietas más largas. Así nació Cuentos vivos, uno de los pioneros del cómic español.

Una de sus facetas más destacadas fue la de ilustrador de libros, y no sólo de los nacidos de la fantasía de otros autores. Debido a su comprensión del libro como una obra de arte global, Apeles escribía sus propios poemas y narraciones, los ilustraba y, aunando letra, dibujo y sonido en una espectacular sinergia, concebía partituras musicales con las que envolverlos. No contento con ello estaba constantemente preocupado por cada pequeño detalle relacionado con su tipografía, maquetación y presentación al público. Así surgieron pequeñas joyas como Llibre Verd (1874), Vobiscum (1892) o Liliana (1907), en las que se nota la influencia que tomó de naturalismo, medievalismo y romanticismo, siendo él mismo encuadrado dentro de la incipiente corriente modernista.

Por desgracia y debido a una enfermedad ocular hubo de abandonar el dibujo en 1912, llegando a quedarse casi ciego dos años más tarde. Aun así, su faceta musical siguió dando salida a la gran capacidad creadora de Apeles y continuó escribiendo letra y música de canciones que popularizarían los más prestigiosos cantantes de su época. Del mismo modo, sus poemas siguieron llenando las páginas de libros tan afamados entre las letras catalanas como Flores de sangre (escrito al estallar la I Guerra Mundial y donde figura el mítico “¡No pasarán!”, tomado como lema años más tarde por el ejército republicano) o los dedicados a su esposa, In Memoriam y Semprevives.

Dentro del ámbito teatral Mestres estrenó unas sesenta obras, siendo la primera de ellas La nit al bosc (1883) con música de Josep Rodoreda, también dominadas por su concepto wagneriano de obra de arte total, llegando, incluso, a diseñar el vestuario de algunas de ellas así como encargos para otros autores.

Artista global, enamorado del proceso creativo en todas sus variantes, Apeles Mestres obsequió a la esfera cultural con todo un abanico de propuestas para nuestro deleite.